Vas a las tiendas y lo de siempre: nada te queda bien. Les da por hacer una cosa de cierta forma y así lo copian todos. Pero a ti no te acaba de gustar, ni te sientes cómoda, ni nada de nada. Así que te vas a tu casa, un poco enfadada y con las manos vacías. Y entonces yo me pregunto, ¿por qué no podemos recuperar ciertas costumbres de otras épocas?
- Las maravillosas faldas de los años 50. Se adaptan a la cintura y de ahí a la eternidad. Eran bonitas, favorecían la silueta femenina y los volantitos tenían su gracias.
- Los preciosos zapatos del siglo XVIII. Taconcito, unas hebillas coquetas y cómodos.
- Las campestres botas de la época de Jane Austen. No son lo más, pero recogían el pie, podías caminar por el barro y el tacón era cómodo.
- Las túnicas romanas. Ideales para el verano. Las recogidas sobre un hombro son mis favoritas. Fresquitas y elegantes.
- Las mangas anchas de la Edad Media. Perfectas para aquellas que no queremos presumir de brazos.
- Los vestidos de finales del XIX. Una mezcla de elegancia, comodidad y distinción.
- Los recatados vestidos de después de la independencia de Estados Unidos. No son lo más sexy pero siempre han tenido algo que me ha fascinado. Quizá sean esas faldas tan anchas que me vuelven loca.
- Los vestidos de noche de los años 20. Hechos para una mujer moderna, se adaptaban al cuerpo de la mujer como un guante. Maravillosos.
- Los pantalones altos de los 80. ¿Hace falta hacer los tiros del pantalón tan cortos?
- Los trajes de chaqueta de los 50. Hechos a medida, elegantísimos.
- El ideal, perfecto, precioso, inigualable y divino corte imperio. En el Imperio de Napoleón se inventa ese vestido ceñido hasta el busto y que cae a partir de ahí. Lo tiene todo: disimula cadera, barriga y cualquier otro defectillo, dándonos una elegancia sin comparación.
Dicen que estas grandes faldas también eran usadas para guardar personas debajo, como por ejemplo un amante. ¡¡Vas a comparar con los vestiditos de ahora!! |
Vamos, que sí, que soy una nostálgica de los vestidos. Y sí, ya sé que subirse al autobús con esas eternas faldas es muy incómodo. ¡Pero qué elegancia! ¡Qué fuerza tienen esas actrices cuando interpretan personajes intensos embutidas en esas camisas hasta el cuello! Intenta hacer tú eso en tejanos. Es que no hay color.
En un vestido así salvó la reina Margot a Enrique IV de Francia de morir asesinado por una turba.
ReplyDeleteLas mangas anchas son nefastas para gente como yo que es manazas. Yo lo había pensado para mi vestido medievaloide de boda, pero me dijo mi cuñada que iba a barrer las copas de toda la mesa y me di cuenta de que sí. Aunque no soy de lucir brazos tampoco...
¡Los vestidos de noche de los años 20 son mi debilidad!
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