Operación bikini

Ya llega la tortura de cada año: enfrentarnos a nuestro cuerpo semidesnudo, embutido en sus partes pudientas por un antiestético taparrabos (bueno, ya me entendéis) con el que tostarnos en la playa. Para ello se necesita más fuerza mental que la que nunca hayas podido reunir y un poco de humor, porque no nos engañeños, el traje de baño no se inventó para embellecer nuestro cuerpo. Primero verás cientos de diseños en las revistas que 1) no puedes comprar 2) están pensados para sílfides. Estos modelos prometen que harán más estrechas tus caderas, elevarán tu pecho o disimularán la barriga. Y ahí estás tú, mirándolos, preguntándote cómo algo tan minúsculo puede prometer tanto. Realmente lo único que te va a prometer es un precio desorbitado por algo que en el probador de la tiendate hará sentir como el redondo de Navidad. ¿Será porque se crean pensando en tías de 1,80 m y una talla 36? ¡Qué más da! La realidad es que al lado de los de las photoshopeadas modelos de intermimables piernas, muchas mujeres se sienten fatal con su anatomía, creando mucho estrés con sus correspondientes complejos y comidas de tarro que si necesito adelgazar, tonificar, etc. La mala noticia es que a estas alturas del año las prisas pueden ser muy malas consejeras y empujarnos a una carrera anti kilos nada aconsejable.

¡¡¡Vente a la playa y pasa de todo!!!
Que si dietas, que si sesiones de belleza. Todo lo que quieras para intentar llegar a ese ideal que nos venden constantemente. Y somos como la madre de Mafalda, cuando llora porque no le cabe el bikini, que le dice su hija: "millones de personas no han podido engordar un gramo porque no tenían nada que comer. Pero claro, tú quieres consuelo, no parecer una idiota". Pero a parte de todo esto, la ropa de baño es caprichosa como ella sola y tú poco puedes hacer contra ello: tengo yo de hace dos veranos un bañador que me compré, precioso, una cosa... realmente era un trikini (olvida eso que dicen que el trikini es sólo para cuerpos esculturales, es mentira) espectacular. Y caro, encima. Pues el verano pasado la tela se dio, de repente dio de sí, y tuve que ponerle un parche cutre, porque no lo quería tirar. Y el año pasado me compré uno de H&M que este año, no sé cómo, se ha dado a la altura del ombligo en un círculo de un centímetro. Después de todo el año guardado. Así que por mucho que te preocupes por encontrarlo, él puede decidir separarse de ti cuando quiera.

Pero después de tantos años he llegado a una conclusión. Yo, que soy de Barcelona, veo desde que tengo memoria cómo es la gente que vamos a la playa. A parte de que aquí no existe la vergüenza ni el pudor, en Barcelona se ve de todo. Estamos acostumbrados, no es algo que hagamos una semana al año. Pero desde las revistas, que se editan en Madrid, me da la sensación que claro, no todo el mundo puede ir unos días a la playa y que hacerlo es algo destacado. Y ahí comienzan esos grandes reportajes de playa, de cómo te ha de quedar el bañador, porque me da la sensación de que es algo excepcional, visitar la playa. Mi consejo como persona que vive a 10 minutos de la playa, os recomiendo que paséis de todo, que no os preocupéis, que la gente que vamos a la playa con asiduidad no tenemos el menor reparo en el bañador ni en los cuerpos, que aquí vivimos muy alegremente. No tengáis miedo a enseñar cuerpazo, como sea, vosotras tranquilas. Si venís a Barcelona, lo veréis. 0 preocupaciones. Compráos un trikini.

2 comments:

  1. Estoy con Jewel. Un buen post. Y seguramente tengas razón aunque desde Madrid la idea de ir a la playa y ponerse en bikini es una tortua :-S

    Sophie Carmo

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