Me vais a permitir la licencia,
pero siempre he querido hacer mi crónica de los Oscars. Me voy a resarcir. Y
este año más que nunca porque la palabra “feminismo” se ha colado en la gala
más que nunca. Comenzamos:
De menos a más, la primera parada
la hago en la casualidad de que dos invitadas lleven un vestido bastante
parecido. Esto le pasó a Jennifer López y me pasó a mí hace unos meses en una
boda. ¿Qué sucede? Absolutamente nada. Si los hombres parecen clones en las
galas (este año por los esmóquines blancos en lugar del clásico negro), en
nuestro caso, es igual. Pero el morbo de la competición femenina es legendario.
Por supuesto que he echado un ojo a la lista de las peores vestidas. No estoy
de acuerdo con las que he consultado: algunas de las catalogadas como mal
vestidas me parecían correctas y viceversa. Y en especial quiero destacar que
Keira Knightley iba divina (es que a todas han de buscarle pegas). Estaban
muy guapas todas.
Eso le comentó a Emma Stone un
periodista en la alfombra roja: estás muy guapa. A lo que ella contestó que
parecía que eso es lo único que importaba. Se ha fomentado una campaña para
estos Oscars en la que se pedía que se hicieran las mismas preguntas a los
hombres y a las mujeres, ya que históricamente se recalcaba la belleza de las
actrices y la profesionalidad de ellos. Algo que comenzó Cate Blanchet en 2014
ante las preguntas de un periodista, centradas en su aspecto, a lo que ella contestó
que si le hacía las mismas preguntas a los hombres. Las actrices parecen estar
un poco escamadas con este tema y se están enfrentando a cosas que antes
aceptaban: si hace dos años, la denostada presentación del creador de Padre de
familia exasperó a las invitadas a la gala por cantar en cuántas películas se
les habían visto los pechos, este año las tornas han cambiado. Y me alegro:
estamos avanzando.
En un Hollywood donde más mujeres
se están revelando contra el Botox, las dietas y reivindicando coas que nunca
antes se habían dicho en voz alta. Patricia Arquette hizo un discurso donde
pidió igualdad de condiciones entre actores y actrices, igualdad de sueldo. Y
no sé qué me gustó más: si la Arquette o la Streep, animando con todas las
ganas del mundo, dando todo su apoyo. Con la filtración de Sony quedaron a la
luz diversos correos entre sus directivos donde se discutía de los sueldos de
las actrices y actores, dejando en evidencia la diferencia de salario entre ambos. Dicen que ha sido la gala más
feminista y razón no les falta: mientras el caché de una ganadora del Oscar se
eleva medio millón, el de un hombre se alza en más de tres millones. Las
mujeres se están cansando.
Pero Hollywood sigue siendo
machista: mientras las mujeres cobran menos, también hay menos papeles para
ellas y más si han cruzado cierta edad, por no hablar de que la mayoría de las
grandes películas que se encumbran son de reparto mayoritariamente masculino,
por no hablar de que no hay representantes femeninas en la categoría felizmente
conocida como “mejor director”, a la que sólo han optado cuatro mujeres en 87
años.
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