Confieso que durante años me he comprado muchas revistas femeninas. Me gusta mirar fotos, me gusta ver vestidos, me gustan las colonias. O creo que me gustaban. O me divertían. Quizá aún me divierten. Es extraño.
Me entretenía mirando qué se llevaba, qué estaba de moda, los nuevos estilos, las novedades. Vivía sin pensar, cosa que a veces está bien. Pero de repente, un día, te pones las gafas violetas. Esas gafas de culo de botella que al principio duelen pero que luego no puedes vivir sin ellas. A través de sus cristales el mundo se ve muy diferente y repentinamente, lo que había sido un juego pasa a ser una tortura. Con ellas las revistas de moda se ven diferente y diferente no significa mejor. De repente ya sólo ves los esqueletos que se filtran en sus hojas. Ves una dictadura encubierta por oleadas de glamour que no son más que grilletes en los que nos atamos siendo nosotras el mismo verdugo.
Porque a partir de los fastos de la moda, esas revistas captan nuestra atención, nos llaman y caemos en sus redes porque no nos engañemos, es todo tan bonito.
Con las gafas violetas me di cuenta de algo que es tan injusto como la vida misma: la necesidad de llegar al gran público con un embudo en el que la única belleza posible es la suya. Eso sí, tienen la osadía de decirnos muchas veces que nos amemos tal como somos mientras sólo saben rellenar sus publicaciones con esqueletos con cara de no haber comido. Que nos aceptemos dicen, que nos queramos, nos enseñan. Pero eso sí, no te pases de la talla 36.
Ahora me compro revistas de cocina, que también me frustan cuando no me salen las recetas, pero es una frustación un poco más sana. |
Así que hace tiempo dejé de comprarlas. Y creo que mi vida ha mejorado. ¿Y sabéis en qué lo noto? Cuando las vuelvo a chafardear. Dejar de comprarlas fue dejar de tener una presión sobre mí que ni me merezco ni me he buscado. Es dejar de tener la espada de Damocles sobre la conciencia. Es dejar de tener una necesidad creada delante de mí todo el día, cada vez que las abro. Realmente he aprendido a quererme más a mí misma dejando al lado estas publicaciones. Y cuando ahora las abro, porque me siguen interesando los vestidos y los perfumes (hasta cierto punto) siento algo que no sentía antes: siento que no merece la pena mirarlos porque no quepo en ellos. Siento que su ideal de perfectos outfits están fuera de mi bolsillo. Es un todo. Un conjunto de cosas que no puedo alcanzar y que ya no me presionan. Me siento más libre.
Cómo no, siempre hay un camino a la derecha. Y ese camino son los blogs. En ellos he encontrado otro mundo, ese mundo donde hay gente como tú, gente que se comrpa cosas que te puedes comprar tú y que son tan normales como tú. Son chicas que quieren estar guapas pero no tienen la mala leche de las publicaciones femeninas. Es más comunista, creo.
No sé. Si sentís poca autoestima, probad a dejar de lado estas revistas. A ver qué os pasa. Ya os digo que yo me he sentido mucho mejor porque ya esas ideas no han vagado por mi cabeza. Son una mala influencia, sin duda. Porque yo lo he notado en mí, lo he visto en mí, y qué queréis, ahora vivo mucho mejor.
Pues a mi me encantan las revistas de moda, sobre todo con el buen tiempo el poder ojearlas mientras estoy tomando el sol.
ReplyDeleteUn besazo.