Siempre que me toca publicar un post aquí en La Blogueresca digo lo mismo: no sé nada de moda.
Bueno, de lo que no sé es de tendencias, ni de diseñadores, ni de nombres de modelos, ni de gamas de colores. Pero creo que la moda tiene el sentido que cada uno de nosotras y nosotros somos capaces de darle.
Como no sé nada de lo que te he hablado anteriormente, siempre intento llevarme los temas de la moda y la estética a mi terreno para explicarte algo que me parece importante, algo que te llame la atención. Algo que haga que te apetezca leer a esta mujer que escribe cada dos semanas aquí sin tener ni idea de moda (o sea, yo).
Hoy quiero hablar de lo que dice el título: enfermedad y moda. En realidad quiero hablar de cáncer y moda.
Sí, un tema tabú que se toca con pinzas por la obvia demonización de esta enfermedad. A veces tengo la sensación de que, de tanto miedo que nos da, no nos atrevemos a hablar de cáncer a menos que sea para hacer alusión a campañas benéficas.
Pues hoy voy a contarte algo sobre los turbantes que tanto me gusta llevar, y lo voy a hacer a través de un testimonio real, que me gusta a mí eso.
Igual que en su día te hablé de cómo mi amiga Ana estaba aprendiendo a cuidar de su pelo conmigo, hoy quiero presentarte a Elena. Por favor, lee su historia.
"Es un quiste porque está blandito y se mueve al tocarlo”, me dijo la doctora. “Haremos un control de aquí a seis meses”. Y al cabo de seis meses, ese bultito había decidido crecer y salir de mi mama para ver mundo y volverse malo malote.
Después un pasillo y un papel con unos resultados. “Es maligno”, me dice un señor con bata blanca. Y allí empezó nuestro calvario.
Recuerdo meterme en el coche con mi marido después de recibir la noticia. Nos miramos, incrédulos, sin llorar, sin sentir, haciendo ver que no pasaba nada. En aquel momento para mí lo peor era el comunicárselo a mis padres, no quería que aquello se convirtiese en un drama, que nadie sufriera por mí, porque yo estaba bien. Después de transmitir la noticia, me sentí liberada. Me había quitado un gran peso de encima y ahora sí podía dedicarme a la enfermedad por completo.
Te quitarán el tumor y ya está, pensaba. Esto es como un resfriado, enseguida estarás otra vez al pie del cañón, trabajando, con los niños a cuestas y la casa colgando, como dice la canción de Bebe. Y durante un par de meses estuve como en trance. Dicen que cada persona afronta la noticia de manera diferente y que se pasa por diversas fases. Yo no lo negaba, el diagnostico era evidente; a lo que no daba crédito era a la gravedad de la situación, y quería recuperar mi vida otra vez a toda costa.
Todo pasó muy deprisa. En un abrir y cerrar de ojos me encontré con un tumor y seis ganglios extirpados, cuatro de los cuales ya tenían metástasis. “Tendrás que hacer quimioterapia entre seis y nueve meses, y ya veremos si radioterapia”. Y yo, la Elena risueña y dicharachera, seguía actuando como si aquella enfermedad no fuera conmigo. Hasta que llegó el día.
“La mama está llena de pequeños carcinomas. No hay otra solución, hay que practicar una mastectomía radical y quitarte todos los ganglios”. Nunca me he considerado una mujer excesivamente presumida y sé que la feminidad va más allá de un simple pecho, pero aquello me hizo despertar de repente. Me iban a quitar algo de mi cuerpo con lo que había nacido y que jamás volvería a recuperar, por mucha reconstrucción que me hiciesen.
La operación fue dura y la hospitalización más. Tardé unas dos semanas en reunir el valor suficiente para mirarme el pecho y cuando vi el resultado me hundí. ¿Por qué? ¿Por qué yo? En un momento de la vida en que me encontraba a gusto conmigo como mujer, contenta en mi vida laboral y de pareja, con dos hijos pequeños, y el destino me jugaba aquella mala pasada. Me sentía culpable por haber traído aquella desgracia a mi familia y por ver sufrir a mis seres queridos. ¿Quizás no me había cuidado lo suficiente? ¿Debí haber ido al médico antes?
La primera sesión de quimio fue brutal. No voy a entrar en detalles pero sí os digo que en aquel momento no me hubiese importado morir. Estaba tan enferma que lo único que deseaba era acabar con aquel malestar de inmediato.
Afortunadamente, después de la segunda sesión empecé un tratamiento complementario con homeopatía que me ayudó a sobrellevar mejor los efectos secundarios de las cuatro primeras sesiones mensuales.
En este momento tengo tratamiento cada semana (ya van 4 de las 12 que tendré que soportar), y cada sesión es un triunfo. Empiezo a ver las cosas con más optimismo y a aceptar esa nueva parte de mi cuerpo.
Y sí, no tengo pelo. Desde el primer momento tenía claro que no quería llevar peluca. La gente se iba a dar cuenta, ¿y qué? Era mi manera de normalizar la enfermedad y sus efectos. Así que empecé a buscar información sobre pañuelos y turbantes. Si tenía que pasar por esto, lo iba a hacer con estilo y alegría. No quería dar pena.
Y ahí es donde descubrí a Desirée y su blog. Fue como una bocanada de aire fresco en un momento en el que necesitaba un empujoncito. Nunca me importó lo de la pérdida de cabello, pero ella hizo que me viera mejor en un momento en que toda ayuda era poca.
Y a tod@ l@s que están pasando por esto, o no, decirles que la vida es maravillosa pero que a veces tiene estos altibajos. Hay que seguir luchando por uno y por los que tienes a tu alrededor. Y que de todo se sale con mucho esfuerzo, ilusión y fortaleza mental.
Disfrutemos de cada pequeño detalle en cada momento y situación, sin estrés (estoy convencida que fue uno de los factores que contribuyó a mi enfermedad). Creo que la vida me ha dado un “toque” de atención y una segunda oportunidad. Y a la pregunta de por qué yo, pues ¿y por qué no? Carpe diem.
Ésta es la historia que te quería contar hoy.
Tengo que decir que adoro a Elena. Me siento eternamente agradecida por que mi blog la haya hecho llegar hasta mí y me haya permitido conocer a una persona excepcional.
¿Qué me ha enseñado Elena? Que una puede estar enferma pero no tiene que estar triste. Ojo, no se me malinterprete. De la historia de Elena ya se ve que recibir la noticia y la mastectomía fue un tema difícil de digerir. Y que toda pérdida (un pecho, la caída del cabello) implica un proceso de duelo y aceptación. Y ahora viene el pero.
Pero Elena es un buen testimonio de cómo, si queremos, podemos vernos bellas a pesar de los condicionantes, y a pesar de estar en un proceso tan duro como el de la quimioterapia. Un ejemplo de cómo paliar los efectos, de una enfermedad como el cáncer, en la belleza y en la estética.
Cada vez que Elena me pone un mensaje en el muro de mi página en Facebook diciéndome que otra mujer más le ha preguntado dónde ha aprendido a ponerse los turbantes así, la imagino respondiendo orgullosa, con una sonrisa de oreja a oreja. Y me emociono mucho.
Para mí Elena es un ejemplo de cómo se puede adaptar la moda a una enfermedad como el cáncer. Es más, fíjate que ya dice que los turbantes van a pasar a formar parte de sus complementos de ahora en adelante cuando, tal vez, jamás se hubiese imaginado llevando uno.
No hace falta llegar al caso, pero al final acabo en lo de siempre: tenemos muchas formas de incorporar los turbantes a nuestro día a día; hoy Elena nos enseña la suya. Y sí, la mujer que aparece en la foto que encabeza este post con ese turbante maravilloso es ella.
Lo único que me queda es darle las gracias otra vez (y nunca dejaré de hacerlo) a Elena por darme permiso para publicar un relato tan personal.
Sawabona, Elena.
Siempre traes posts que invitan a reflexionar. ¡Enhorabuena!
ReplyDeleteSophie Carmo
La enhorabuena, para Elena. Por ser un ejemplo.
DeleteGracias, Sophie!
Madre mía que bonito y que duro.
ReplyDeleteOighs! Mi Patatilla!!! Un testimonio muy alentador, desde mi punto de vista.
DeleteGracias por comentar!!
Qué bonito Desirée!! Muchas gracias por darme la oportunidad de explicar mi experiencia. Espero que esto ayude a otras personas. Shikoba, Negra Flor!!!
ReplyDeleteNononó. Gracias a ti por animarte a compartirla.
DeleteBesos, querida mía!
en hora buena !!!!!! eres una gran luchadora y me alegra saber que este ser hermoso te haya ayudado mucho para verte mejor animarte y tratar de ver la vida diferente Dios sabe lo grande que tu eres y lo fuerte; un grandioso besote sigue luchando :*
ReplyDeleteGracias por comentar y por las palabras de apoyo para Elena.
DeleteGran posts, gran ejemplo de lucha y sabiduría...
ReplyDeleteMuchísimas gracias, Graciela.
DeleteElena es una campeona. Guapa con pelo y sin pelo, preciosa por dentro y por fuera.
ReplyDeleteDesde luego que lo es. Gracias por comentar.
DeleteEn la peluquería en la que compré mi peluca me enseñaron como hacer con una braga(de material especial oncológico) varios modelos de turbantes, combinándolo con pañuelos, algo así como el que aparece en la imagen, y que luego yo fui modificando, no tenía pelo, pero derrochaba glamour y yo me sentía la más bella de todas las mujeres sobre la faz de la tierra. Un besazo.
ReplyDeleteMe alegro muchísimo, Raqueleita.
DeleteUn beso fuerte!
Yo lleve una peluca tipo Raquel Welch que me sentaba muy bien y tambien turbantes y pañuelos. Mi blog viva40mas fue un grito de júbilo por ser u a superviviente de esta enfermedad. Hay. Ucho que vivir,! Viva40mas viva50mas viva60mas. Todas seremos unasnsupervivientes!!
ReplyDeleteGenial, Consuelo! Lo del blog también fue una idea estupenda. Todas sois mujeres de las que aprender muchísimo.
DeleteUn abrazo!