Monday, February 10, 2014

¿Tu ropa habla por ti?

Vuelve a nuestras pantallas de televisión el maravilloso anuncio en el que Eugenia Silva suelta la frase lapidaria "tu ropa eres tú". Recuerdo la primera vez que lo vi. Las palabras me dieron en todo mi sentido común y durante un ratito estuve discutiendo con esa voz feminista que vive en algún sitio de mi conciencia: ¿ somos nuestra ropa? ¿mi ropa me define? ¿qué dice mi ropa de mí? ¿acaso eso importa? y si lo hace, ¿hasta qué punto? 

Lo primero es que mi ropa no soy yo. Yo soy una mujer que piensa, que actúa, que camina y que vive. Me interesa la moda pero hasta cierto punto. Desde ese punto en adelante hay un recorrido que no me interesa explorar. Yo hago, deshago y rehago y mi ropa se adapta a mí. O sea, que mi ropa está a mi disposición, no yo a la de ella. Tampoco es mi bandera, como el anuncio dice. Sé que mi ropa va a llegar a los demás antes que mi opinión sobre los recortes del gobierno, pero no por eso voy a cambiar todo mi vestuario sólo para que mi vestido hable de lo que pienso.

Que lleve lazos no significa que sea un osito de peluche
Y eso es un gran prejuicio. Normalmente llevo vestidos, llevo medias y unos zapatos Oxford. Llevo rebequitas y un pasador en el abrigo con una francesita. Mis pañuelos son de pájaros y en colores pastel. Y aún hay quien sigue pensando que por esa imagen más "femenina" soy menos feminista. También hay quien espera que por mis ideas nunca debería llevar ni minifalda, ni maquillaje y menos aún escote. Me gusta mi imagen como le gusta a Mafalda llevar vestidos y merceditas y un gran lazo en la cabeza. Las feministas se supone que hemos de conservar la imagen de leñador masculino y hacernos con un look que avise a los demás de quienes somos. Y por otro lado, que mis ideas sean tomadas menos en serio porque llevo vestidos de flores. No habla mi ropa, hablo yo.

Así que no, creo que en mi caso mi ropa no me define. Tampoco dice nada de mí: puede decir que no me gusta llevar escote pero es que lo reservo para las cenas y salidas. Puede decir que no soy deportista pero nada más lejos de la realidad; podría insinuar que soy una pequeña critura lastimada por la vida con vestidos tan naïf, pero quizá tenga más mala leche de lo que aparento. 

Y todo esto para llegar a la idea, reiterada en mil ocasiones, de que relajemos la presión sobre nuestra apariencia. Sobre la opinión de los demás hacia nosotras simplemente por lo que llevamos. No me gusta que me cataloguen por lo que llevo ni catalogar a los demás por lo que llevan puesto. Sólo quiero que las mujeres se sientan bien en su ropa, sea cual sea su pensamiento y forma de ser. Que no nos pongamos esas banderas de las que habla el anuncio, ni que creamos que los demás nos quieren decir algo por su aspecto. De la misma forma que espero que la gente destierre la estúpida idea de que las feministas no podemos ni llevar escote ni nada similar. 

Llevemos lo que nos de la gana, como queramos y no nos juzguemos por ello. Se es más feliz cuando nos dejamos de preocupar por las apariencias.

2 comments:

  1. El despertar de mi conciencia feminista coincidió con mi época más minifaldera y al principio me sentía mal porque creía que no iba vestida acorde a mis ideales.No tardé en comprender que el feminismo significaba también poder vestir como me diera la gana sin temor a que me juzgaran y etiquetaran.

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  2. Es evidente que la ropa contribuye a proyectar una imagen de nosotros mismos, a comunicar una primera impresión, pero de ahí a que lo que llevemos puesto nos defina, me parece demasiado.
    Creo que nuestra imagen, nuestro estilo, como vamos vestidos, como nos movemos, etc, es algo que comunica, pero la comunicación no solo es cosa del emisor, sino también del receptor, y ahí entran sus propias creencias y prejuicios. Alguien puede pensar que llevar un vestido de flores es demasiado cursi-femenino para una feminista, y al mismo tiempo, yo puedo pensar que llevar un vestido de flores es sentir amor por la naturaleza, por ejemplo.

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