BELLEZA HISTÓRICA. EGIPTO

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Quiénes hayáis visitado el British Museum habréis podido admirar la gloria de la cultura egipcia, y con ella su culto a la belleza. Muchas de nuestras costumbres actuales acerca de los cuidados personales radican de normas de belleza de más de cinco milenios de antigüedad. En la tumba del noble Ptahhotep (2.400 a. C.) encontramos un relieve que lo muestra recibiendo ni más ni menos que una pedicura, y la reina Nitocris aseguraba que las mujeres debían bañarse todas las mañanas y recibir un masaje diario para mantenerse delgadas. (2.190 a. C.).

Tanto los hombres como las mujeres utilizaban productos cosméticos, creando una versión primitiva de la mayoría de utensilios de maquillaje que existen en la actualidad. Las mujeres se aclaraban la piel con un color ocre amarillo, mientras que los hombres se aplicaban una pintura anaranjada para oscurecerse la piel. Usaban kohl negro o polvo de malaquita verde para marcar y hacer más grandes los ojos, además de su uso terapéutico, ya que los egipcios no se equivocaban al creer que evitaba enfermedades oculares. El brillo de labios rojo se obtenía con una mezcla de grasa y ocre y se aplicaba con un cepillo, y el colorete daba color a las mejillas y disimulaba las imperfecciones de la piel, muy comunes en aquella época.

Inicialmente, los sacerdotes preparaban el maquillaje y los perfumes, manteniendo en secreto sus fórmulas. Esto mismo delata la connotación espiritual y divina que los egipcios tenían de la belleza. A veces se trazaban líneas desde la frente hasta la mejilla, dibujando un arco en forma de arabesco para simbolizar la clarividencia.

Estas interesantes anécdotas nos hacen comprender que la vanidad y el culto al cuerpo es intrínseco al ser humano, y que todos sin excepción somos sensibles a la belleza.